viernes, 9 de febrero de 2007

Partamos por brasil en brasil


Parto este blog con una de las simpáticas anécdotas de mi viaje al sur de Brasil con amigos del colegio. Para quienes no están informados, partimos 8 amigotes el 7 de enero a Florianápolis y sus alrededores, y luego de 3 semanas de todo tipo de fiestas y desórdenes, volvieron sólo 5 individuos el 28 del mismo mes (perdimos integrantes en el camino por diversos motivos, pero ésa es otra historia).

Ferrugem, Brasil. 17 de enero del presente año. Habíamos llegado a aquella fatídica ciudad el día anterior, y ya habíamos salido a conocer la vida nocturna esa misma noche. Obvio, pues teníamos que celebrar mis 23 años recién cumplidos ("no quiero que nadie camine después de esta noche", fue mi petición como cumpleañero).
Muchos de nosotros amanecimos un poco disminuidos por la cantidad de alcohol que ingerimos, entre ron, pisco (así es, pisco bauzá de 46º), cachaça y vodka en botella de plástico. Sin embargo, ya que estábamos allá, decidimos ignorar la caña (señal clara de que algo no anda bien en tu cuerpo) y chupar y salir nuevamente. En ese entonces quedábamos 7 animales: Una rata, una pantera, un chanchito, un loro, un coatí, un mono y una cosa rara (yo).
Comenzamos a tomar tranquilamente como a eso de las 23:00. Algunos ron, otros cachaça, otros vodka. La rata se fue a acostar poco después, alegando aún estar con caña de la noche anterior. Pero habría de arrepentirse, pues se perdió la mejor parranda que tuvimos en Ferrugem.
Luego de un prolongado y ruidoso "pre" en la posada, bien cantado y condimentado, este grupo de ya ebrios animales sintió el llamado de la selva. Y partimos a la ciudad, donde rugían los punchi-punchi de las discotheques y se oían mil gritos bañados en alcohol. Menos mal que estábamos a sólo un par de cuadras del centro, pues no nos habría dado para caminar más. Nos zambullimos una vez más en ese mar de gente, expectantes a ver qué nos traería la noche. Sirenas invitando tragos a Tapires; una cosa rara perdida en la discotheque; un loro revoloteaba gritando por todo el lugar, a un paso de sacarse la ropa; un mono deambulaba sin rumbo con un vaso en la mano, caminando irregular y sobresaltadamente (quién sabe por qué =P); la pantera estaba agotada, pero aún rugía (o lo intentaba, al menos); y un chanchito regalón nos saltaba a todos encima, haciéndonos llaves al cuello o piquetes a los ojos. Hubo un momento donde este rosado animal se detuvo y encaró, muy serio, a un chileno. Éste último se aprestaba para responder bastante agresivo, pero su ira se disipó cuando vio una pantera fiera y una cosa rara detrás del chanchito, con los brazos cruzados y mirada de pocos amigos. Más tarde me enteré que dicho chileno había foqueado al chanchito y al loro.
El asunto no pasó a mayores, en todo caso. La pantera se fue a acostar muy temprano, también acusando caña y cansancio de la noche anterior. Nosotros seguimos armando escándalo hasta que llegó la hora del bajón (5 am, aproximandamente), donde comimos unos hot-dogs de 30 centímetros de deslumbrante sabor. Acompañé luego al mono a un teléfono público a llamar a su musa inspiradora a Chile. Mientras lo esperaba, encontré una cómoda silla de plástico apostonada en la vereda, y obviamente me senté. Segundos más tarde, llegó el estacionador de autos a echarme. Parece que a ese mastodonte teñido de metro 80, chaqueta de cuero y pinta de motociclista decandente no le gustó ver una cosa rara sentada en su silla... por lo que fui violentamente expulsado del lugar!
Con el mono decidimos que era buena hora para volver a dormir, así que nos fuimos a la posada. Subimos al segundo piso y llegamos a la habitación nº 22 (el loro, la rata y yo dormíamos en la 17; el resto en la 22) y giramos la manilla. Estaba cerrado. Con llave.

- Puta la wea- gimió la pantera desde dentro. - Yo fui así y rompí la llave... llevo 1 hora y media intentando sacar el puto pedazo que quedó metido- continuó el exhausto animal, con su acento gringo-ecuatoriano.

Viendo que no era factible entrar por ahí, bajamos al primer piso y fuimos por fuera al balcón de la pieza. No había caso. Era demasiado alto y no podíamos llegar saltando. Ahí fue cuando vimos la escalera en el suelo. No sé cómo logramos ponerla de pie y apoyarla en el balcón, era demasiado grande! (5 metros por lo menos). Son esos típicos milagros del alcohol. Nos encontramos con el chanchito, que había vuelto casi arrastrándose de vuelta a la posada y tampoco había podido entrar por la puerta. Así que subió por la escalera (milagro nº 2 de la noche) y lo mismo hizo el mono, con más facilidad pues estaba un poco menos ebrio. Faltaba sólo el coatí, pero estaba perdido en la noche y la cosa rara no lo pudo encontrar. Así que me fui a dormir, junto con la rata y el loro.
Al día siguiente, vimos que el coatí sí había vuelto, un rato después. No dispuesto a subir por la escalera (no lo habría logrado aunque hubiese intentado,en todo caso) se abrió paso a patadas dentro de la pieza y se dejó caer en la cama. Adiós, chapa; Adiós llave! En la mañana, la escalera misteriosamente había desaparecido... supongo que los dueños de la posada la habrán sacado. Nadie nos preguntó ni nos comentó nada.

Sólo una de 7 noches en Ferrugem. Jejeje

2 comentarios:

noesmasqueblabla dijo...

¡¡Hola Bruno!!

Bienvenido al Blogger´s world...

Y qué mejor manera de empezar que con un viaje de vacaciones, casi como yo también lo hice, no?

Bueno, un beso te dejo y nos estaremos posteando por este espacio también.

Javiii Herrera dijo...

Jajaja, bien mal que lo pasaron... suena como esos tipicos paseitos de curso de un colegio de niños bien.. suena saano, igual que un retiro espiritual

nos veeemos