viernes, 15 de enero de 2010

Nueva dirección

Este blog queda oficialmente relegado a segundo plano: las aventuras en Hong Kong las podrán encontrar en:


http://hkrie.blogspot.com/

Un gran saludo a todos, les deseo un genial 2010. 

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Oh, dos.

Era el tercer día que pasábamos en Puno, Perú. Los 3800 metros de altura ya se habían encargado de darme lindos dolores de cabeza y náuseas, pero ese día la situación se perfilaba un poco más interesante: tos fulminante con dejo a mojado. Y no sólo eso, sino también unos lindos labios amoratados y uñas sin color. Finalmente, la falta de energía (ir al baño era toda una odisea) y el sonido a pipa de agua que emitían mis pulmones cada vez que respiraba me compelieron a llamar un médico. Treinta minutos más tarde, me encontraba en un taxi entubado a un cilindro de oxígeno camino a una clínica local.

Nada de preparativos acá. Me bajé del taxi con el enfermero que estaba sosteniendo el oxígeno y comenzamos a subir pesadamente las escaleras al segundo piso de la clínica. Menos mal tomamos un par de descansos en el camino, aunque el aire que me entraba por los tubos me tenía más repuesto. Una vez en la habitación, me conectaron a un cilindro más grande (que, dicho sea de paso, tenía un forro de plush que hacía juego con el color de las paredes) y Nelly la enfermera procedió a clavarme la aguja con la mariposa para colocar productos intravenosos. "¿Tiene buena vena?", me preguntó. "Como campeón", le dije. "No la encuentro, veamos aquí", sentenció. La no tan delgada punta de metal entró con dolor moderado en mi muñeca derecha y todo parecía indicar que Nelly había triunfado. Procedió a administrarme plasma para mis pulmones con una jeringa, y al ver ambos (yo con un poco de horror) que bajo la piel de mi muñeca se comenzaba a hacer un bulto, dijo: "Ay, parece que no le acerté a la venita". Ignorando mi saco de plasma hipodérmico, sacó el catéter y fue a por mi brazo izquierdo. Luego de unos minutos de apretar, frotar y estrangularme el brazo con la goma típica se aventuró a clavar la aguja una vez más. Cartílago. O hueso, no sé, pero sentí que me estaban enterrando una piña en la muñeca. Un tanto desconcertada por la inesperada resistencia, Nelly se aseguró de hundir los veinticinco (o más) milímetros de metal antes de convencerse de que definitivamente no le había achuntado a la vena. "Ay, es que no se las veo con tanto pelo", dijo mientras volvía al otro brazo. No sé si estar agradecido o emputecido con el pelotudo que inventó la frase 'la tercera es la vencida', pero resultó ser cierta una vez más. Angel estaba aliviada de que no me iban a seguir enterrando cables.

Ya con el catéter puesto y plasma rumbo a mis pulmones, vinieron un par de personas a sacarme la radiografía. Abrazando una placa de acetato, el proceso fue semejante a sacar una foto a comienzos del siglo veinte (sólo faltó el polvo de magnesio). Una hora más tarde, ya estaba revelada. "¿Ves los pulmones? Por lo general deberían salir negros en la radiografía", dijo el doctor. En la imagen había dos angelicales pulmones blancos. Llenitos de agua.

Se decidió que debía salir de Puno lo antes posible. El doctor comentó que había vuelos en la noche, pero que había que comprarlos inmediatamente antes de que la agencia cerrara. "¿Qué? ¿Que el titular de la tarjeta tiene que ir a la oficina? ¡Pero si está hospitalizado! Okey, parto ya con el paciente", refunfuñó el doc. Me miró, me conectó a un cilindro portátil de oxígeno y me dijo: "Vamos". Para mi alivio, la agencia quedaba a sólo tres cuadras. Aun así tuvimos que esquivar a peatones y motos y hacernos paso entre el tráfico pesado del horario punta punino. El doctor llevaba el oxígeno en la mano, y yo a mi vez tenía que seguirlo de cerca para que el cable que tenía conectado a la nariz no me tirara demasiado. Parecía un amo con su mascota acuática. Las agentes de Lanchile nos trataron con indiferencia; tarjeta, firme aquí, tome su pasaje y tenga un buen vuelo. Una vez de vuelta a la clínica me dieron el 'alta', pagué y emprendimos el viaje al aeropuerto. Con un tanque de oxígeno para que no se me olvidara respirar.

domingo, 31 de mayo de 2009

Multiplicity



Está a medias ascuas la producción de photoshop, pero algo es algo. Panorámica embrunada de la cordillera desde la cima del cerro Provincia! Por fin pude hacer algo de ejercicio. El problema es que hace tanto que no hacía que muy probablemente me tome unos buenos días recuperarme de la subida y (especialmente) la bajada XD.

lunes, 25 de mayo de 2009

Caminante, ¿no hay camino?



¿Qué mejor que la vida al aire libre? Caminar es bueno.

Termas del Flaco, VI región.

domingo, 24 de mayo de 2009

Freedom and Death



Uno de los buenos libros que he leído. Autor: Nikos Kazantzakis

Foto: entrada a Monemvasia.

jueves, 14 de mayo de 2009

Mamá, quiero uno de esos...

Con motivo de la noticia reciente que el telescopio espacial Hubble iba a ser reparado, me topé con este link -que encuentro simplemente notable-.

http://hubblesite.org/the_telescope/where.a.s_hubble_now/basic_version.php

Además de mostrar un par de datos interesantes, ¡tiene un dibujo que muestra exactamente sobre qué parte del mundo se encuentra el Hubble! La imagen se actualiza cada ciertos minutos.

Dado que es un telescopio que se puso en órbita en la década de los 70, cada foto que saca el Hubble tiene una resolución de 800x800 pixeles; esto es, ¡menos de 1 megapixel! Pero dado que está programado para pegar muchas de estas fotitos para hacer una imagen más grande, la resolución final de cada imagen supera los 600 megapixeles.



La tripulación del Atlantis -areonave dispuesta para hacerle la mantención al telescopio- se está encargando no sólo de arreglar pequeñas fallas del Hubble, sino que más encima instalarle una cámara nueva del tamaño de un piano.

viernes, 24 de abril de 2009

Surrealismo japonés


¿Quién hubiera pensado que en lo más profundo de la campiña japonesa habríamos de toparnos con una oración tan pérfida? No pude sino recordar aquella polémica obra de René Magritte...


lunes, 15 de diciembre de 2008

Porque la comida nunca esta de mas...

Parto pidiendo disculpas por la falta de acentos, me encuentro escribiendo en un teclado 100% angloamericano. En segundo lugar, prometo subir un par de fotitos respecto del presente post apenas vuelva a mi computador bienamado (en unos dos dias mas).



Cairns. Casi dos mil quinientos kilometros al norte de Sydney, base popular para visitar la gran barrera de coral que protege mas de 2000 km de costas al noreste de Australia (unico organismo viviente visible desde el espacio).

Hasta el momento me habia tocado ver lo turisticamente esperado en estas tierras: koalas (lamentablemente no como los que hace la farandula en Chile), canguros y ornitorrincos. Pero hoy se presento una suculenta oportunidad que salio un poco de lo turisticamente aceptado: animales tipicos australianos... a la parrilla. Que mejor? Asi que pedi un surtido. Y me trajeron: embutido de emu, canguro a la parrilla, cocodrilo asado y salteados de un marsupial cuyo nombre no recuerdo. La salchicha fue lejos lo mejor; un sabor poderoso, aunque mas suave que el choripan, que llevaba consigo todo el espiritu de una prieta y la textura casi tan aspera como la de la vienesa (aunque algo mas blanda). A continuacion, el canguro. Una carne relativamente suave en comparacion al vacuno, aunque mas sabulosa que el avestruz, fue agradable de comer relativamente a medio cocer. Sin embargo, no fue lo suficientemente corpulenta para acompaniar el vino local que pedi (Angus the Bull Cabernet Sauvignon, sorpresivamente mejor de lo que esperaba). Luego, la sensacion de la noche: carne de cocodrilo, toda una aventura de sabor. De color blanco, su textura jugosa y fina fue muy similar al congrio tierno que comemos en Chile. Sin embargo, el sabor es otra historia. Si bien comparte los aspectos mas a la plancha del mismo congrio, el sabor general se aproxima al que estamos acostumbrados a sentir en el pollo comun. Pero la carne de cocodrilo dista de ser livianita. Luego de haber tenido un debate ictio-avicola en el paladar, viene el combo final: la sensacion definitiva, el 'after taste' como le dicen los gringos. El peso con el que concluye el cocodrilo, sorprendentemente, es muy similar al que nos deja un buen lomo liso parrillero. Ignoro que propiedades proteicas y energeticas tendra, pero es una carne bastante pesada en vista del sabor delicado que tiene. Personalmente no se si volveria a pagar ese dinero por comerla de nuevo, pero fue interesante para hacerlo una vez.
La cuarta carne que probe no fue (para mi) nada del otro mundo. Un poco chiclosa, aunque sabrosa, escurrio paladar abajo sin pena ni gloria (aunque como toda comida bien comida, me hizo feliz... jojo).

Maniana parto a la gran barrera de coral. Como buen turista chileno en Australia.

Saludos!

domingo, 7 de diciembre de 2008

JLPT

Pues sí. Ya van más de 6 meses que no escribía nada. Intenté en dos o tres oportunidades en el camino, pero sin éxito. Demasiadas cosas en la universidad y la vida en general! Todo muy bueno, por supuesto, pero la única pequeña consecuencia fue no tener demasiado tiempo para hacer muchas cosas que me gustaría haber hecho. Pero en fin! De vuelta a las canchas ahora que ando de vacaciones.

Hoy rendí el Japanese Language Proficiency Test (JLPT), algo así como el equivalente al TOEFL gringo pero en japonés. A pesar de haber estado un año completo estudiando intensivamente japonés 35 horas a la semana y luego seguir estudiando de vuelta en Chile, ignoro si aprobé la prueba. Si bien sólo se necesita un 60% para pasar, fue un test bru-tal-men-te difícil. Sin mencionar los mil ideogramas (kanjis) que había que saber, las más de seis mil palabras de vocabulario, 172 puntos gramaticales y ni hablar de la parte de audición o los test de lectura (que, concretamente hablando, parecían una versión japonesa de los textos de la PSU).

Por un lado se cierra un ciclo de más de año y medio, y por otro se abren más. Como suelen pasar las cosas, obvio. Seguir estudiando japonés y cuanto idioma pueda, y encomendarme a san Expedito para pasar la prueba XD.

Estoy feliz!

jueves, 26 de junio de 2008

En los descuentos


Y disfrutando a concho. Sólo quedan tres o cuatro días para que nos echen del dormitorio, y a estas alturas del partido ya son muchos los que ya volvieron a sus respectivos países. Casi un año de experiencias, un año de estudio, un año de vacaciones, un año de... todo.


Organizamos comidas, cumpleaños, salimos a bares, restoranes, izakayas, conciertos y ferias internacionales; recorrimos de pe a pa el país y nos tomamos casi hasta la última gota de cerveza. Nos metimos más de 8 años de enseñanza de Japonés en tan sólo tres trimestres, y hasta los profesores terminaron saliendo con nosotros a "cenar".


Es tanta la gente que uno conoce. Gente que por pura cazuela estuvo compartiendo un curioso lugar común y crean lazos de amistad, negocios o simplemente de respeto. Pero es algo que ya se siente un poco más lejano, dado que son pocos los que vamos quedando.


No es que saliéramos todos los fines de semana, pero cuando podíamos y daba el bolsillo salíamos a probar nuevos horizontes. Y ahí, en bares, fue donde pude poner en práctica el japonés que aprendí. A la larga debo admitir que me sirvió. =) Entre celebración y celebración, se va soltando de a poco la lengua. Debo de ser el paralelo de un gringo en santiago hablando "yo, quererrrr, irrr a stacion manueul mountttt"... Gramáticamente impedido, pero a grandes rasgos la comunicación se logra.


Hasta fuimos al bar que sirvió de inspiración para filmar la escena de los 88 locos en "kill bill 1.0". Y bueno, para qué comentar la vida de día: no importa hasta qué hora nos quedásemos parrandeando, siempre levantaditos a las 8 am, listos para ir al cerro. Digo listos extendido a un "nosotros" que incluyó a varias personas distintas y yo. Por lo general íbamos dos o tres personas, casi siempre de grupos distintos. Quienquiera que me apañara a algún lugar nuevo, ahí me entraba compañía. Y cuando no, iba solito. Ni un rollo.


Lo comido y lo bailado no te lo quita nadie. Creo que le he sacado al trote a este viaje, y ya va quedando poquísimo tiempo para volver. Unas 3 o 4 semanas no más, dentro de las cuales me encontraré en constante movimiento y con internet esporádico. Por lo que aprovecho de despedirme en cierta manera con este post, antes de que me traguen los incontables deberes que tengo para con el dormitorio antes de que me echen el 30 de junio. En Chile se acercan las vacaciones de invierno, y pareciera que todo el mundo está en exámenes. Vamos que falta poquito! Ya nos veremos las caras.

jueves, 12 de junio de 2008

De noche se pinta el estudio.


Pero el viaje no terminó ahí. Tomamos esta foto con auto timer (10 segundos, no me pregunten cómo llegué hasta allá) a la mitad del camino. Eficientemente creo que podríamos haber hecho los 4 kilómetros en una hora, pero nos tomamos casi 5 entre puro jugar saltando en las piedras y tomando fotos artíshticas.


Como verán, Angel (léase "Eingel", pues es australiana) estaba de lo más feliz encaramada en las piedras. Casi que me la tuve que echar al hombro en medio de pataletas, es muy apegada a sus queridas rocas aparentemente.


Y esta foto ya sabes a quién mostrársela, pai ;). Le doy el crédito a la fotógrafa en todo caso!


Y un mar de pinos por todos ladooos! Morí derretido por todos esos arbolitos lindos. Al igual que lo hago cada vez que voy al sur de Chile =D


Árboles que, claro, teñían de verde todo el entorno. La gente que paseaba por ahí nos miraba con curiosidad cada vez que tomé fotos con autotimer, pero a mi parecer es la manera más eficiente de lograr una foto enfocada a tu gusto (y que el turista no te corte la mitad de los árboles cuando quieres salir en un bosque, o que te corten los pies, etc etc).


Una vez que llegamos a la puerta de piedra (ishimon) supimos que estábamos cerca de la mítica catarata. A pesar de que no se ve tan grande en la foto, el peñasco es enorme, daba un poco de susto pasar por debajo.


Y lo más notable es que las piedras de la Ishimon no se tocan entre ellas. Hay un espacio de unos escasos 30 centímetros entre roca y roca. Me dieron unas ganas irresistibles de encaramarme ahí y meter el brazo o la cabeza y sacar una foto simpática, pero los miles de carteles de "no se suba, pena de 500 dólares" y la continua afluencia de turistas acabaron por mermar mis ganas.


Alegría! Luego de sus buenas horas de entretención llegamos a la caída de agua. No es ninguna Iguazú, Niágara o Salto del Ángel, pero se defendía en sus japoneses términos. El entorno era lo que lo hacía valer todo.


Cuando llegamos a la cima del camino había tiendas de suovenires y.. ¡Rocas! Piedras preciosas y semipreciosas de todos los tamaños, formas y colores. Me encontré como en Brasil viendo aquellas tiendas enormes que hay con amatistas, granates, citrinos, ágatas, cuarzo, cristales de roca y quién sabe cuánto guijarro más metido entre todas las piedritas.


Y si digo de todas las formas y tamaños es porque realmente había de todas las formas y tamaños. Los precios, sin embargo, eran tan grandes como ese cuarzo rosa de la foto (la piedra de la felicidad, como le llamaron. Cuando apoyé la mano, una vibración me hizo cosquillas en todo el brazo y hasta el hombro).


La atracción principal de la tienda era una bola de cristal del tamaño de una pelota de fútbol profesional. Cristal de roca certificado, pasado por exámenes de calidad y pureza del máximo calibre.


La susodicha obra de arte valía nada más ni nada menos que 200 millones de yenes; esto es, 2 millones de dólares o en otros términos 970 millones de pesos aproximadamente.


Luego de llevar 8 horas de sueño en las últimas 72 de estudio, sucumbimos ante el cansancio y Angel durmió casi hasta que llegamos. Yo, por mi parte, permanecí despierto hecho un zombie más muerto que vivo, pero llegamos sanos y salvos a destino. Un buen plan de sábado por el día en la quebrada de Shosenkyo.

miércoles, 11 de junio de 2008

De estudio se pinta la noche


Otro fin de semana, otro viaje. Y esta vez fui niño bueno: nos quedamos estudiando el viernes en la noche con Angel para adelantar tareas y "descansar" para el sábado. Pero "descansar" significó dormir nuevamente una hora y media (a las 6, con todos los pajaritos cantando hicimos calabaza y a las 8 ya estábamos en la estación de tren). Nuestra meta: el pequeño pero fabuloso valle de Shosenkyo, a unas 2 - 3 horas al sur de Tokyo.


El recorrido eran 4 kilómetros de un camino agradablemente pavimentado y sin sobresaltos que bordean el pequeño caudal de agua en la foto. A menudo con rocas grandes, me recordó mucho de ríos que tenemos al sur de Chile.


El rugido del pequeño pero furioso rápido era amortiguado por la vegetación circundante, y sólo se podía apreciar cuando uno llegaba hasta la orilla. Esta vez no quise mojar las patitas porque el día estuvo un poco ambiguo en términos de sol, pero al menos metí los brazos hasta el codo. El agua era muy, muy fría. Muy fría! Tan fría! Cuán fría?


Dado que nos esperaba sus buenas horas de caminata optamos por hacer un poco de meditación Zen al encontrar las piedras adecuadas (es la solución a todos tus problemas de cansancio). Jajajaja.


Y naturaleza siempre sorprendiéndonos con pequeños habitanes: orugas coloridas...


Orugas descoloridas...


Y el logro fotográfico del día: lo llamo "chinita amarilla color rojo en una rama muy verde"


No podía faltar la foto de flores... Las clásicas de tallito gelatinoso y baba pegote.


Ahora bien, en varias ocasiones tuvimos la oportunidad de bajar hasta la ribera y encaramarnos en las rocas enormes que había, y aprovechamos de tomar un par de fotos panorámicas. A menudo la gente nos miraba y se preguntaba cómo demonios habíamos llegado hasta donde estábamos, pero nadie estaba dispuesto a pasar por los nidos de araña, enjambres de mosquitos furiosos y piedras resbaladizas que había para llegar allá. El precio de la gloria, supongo.


Y pensar que este paraíso vegetal se encuentra a sólo 2 horas de una selva de cemento que es una de las metrópolis más pobladas del mundo.


Creo que habría sido feliz llevando mis cuadernos y estudiando ahí, al borde del agua. Claro, llevando un buen traje de baño, su llanta de camión, huevitos duros y mi toalla de playa descolorida.

martes, 3 de junio de 2008

El verde... aún es tiempo de regresar al verde!


Partimos tempranito el domingo pasado. Tan tempranito que sólo alcancé a dormir una hora y media entre parranda y salida, pero había que hacer valer el único domingo soleado del mes. Así que a las 7:30 emprendimos el camino a Mitake, cerro ubicado en la periferia de Tokio, una hora y media alejada de la universidad. Fui con Angel, que fue quien planeó todo el viaje (mi parte del trato era hacer de burrito de carga, tarea que cumplí a cabalidad).


Una vez que llegamos a la pequeña estación de trenes, tomamos un bus local y llegamos al pie del tranvía, que es la forma más rápida de acceder a estos cerros bañados de árboles.

Como siempre, había uno que otro templo. Así que decidimos tomar una foto dramática junto a la estatua del samurai local. ¡Qué lineas, qué abruptas diagonales, cuánta pasión en aquellas simetrías! Todo estéticamente estudiado, por supuesto, y capturado gracias al auto timer de mi ya bien trotada cámara.


Una vez pasado el templo, emprendimos el camino hacia el parque de piedras que se suponía que era la atracción principal. Y a los cinco minutos de caminata nos encontramos sumidos en un mar de verde: árboles, insectos, troncos, rocas y hasta uno que otro viejito por ahí (todos verdes, obvio). El sol pegaba lo justo y necesario para hacer placentera la brisa húmeda de bosque, y un silencio de siglos de vida nos acogió afectuosamente. El trino de pájaros y árboles meciéndose al son del viento fue la música que nos acompañó todo el viaje.


Mitake no es un lugar demasiado popular entre los turistas, gracias a lo cual no está sobreexplotado -como suelen estarlo las atracciones de hoy- y pudimos apreciar el estilo más tradicional del bosque japonés. Con arañas de curiosas formas y todo...


Y, claro, no podía faltar una foto de los protagonistas en el bosque. Creo que fue la parte más café que encontramos.


Anduvimos alrededor de una hora caminando en medio de centenares de árboles que se estiraban como finos dedos hacia el cielo, y el suelo cedía muy suavemente bajo nuestros pies. Años y años de musgo, hojas muertas y ramas blandas fueron lo suficientemente gentiles como para acolchar nuestra marcha.


Pero el camino no nos iba a hacer las cosas tan fáciles: pasamos por senderos estrechos con amenazadoras pendientes, riachuelos rocosos con ansias mojadas de comer zapatos y murallas de raíces intrincadas como tentáculos.


Y cuando pensamos que las cosas no podían ponerse más verdes, la madre naturaleza nos dio un tortazo de flora entre ceja y ceja. Estábamos más cerca del jardín de rocas y las famosas cascadas (aunque el jardín no lo encontramos nunca, jeje).


El agua estaba fresquísima, y las piedras cubiertas de musgo formaban pequeñas cascadas cuyo sonido suave le dan mil patadas a todos esos CD de "sounds of nature".


Nada más placentero que el arrullo de un arroyo. Del desayuno un rollo, una cámara a rayas, y por fotógrafo un carrillo.


Una vez que nos topamos con el riachuelo, la senda nos llevó bordeándolo por otra media hora de agradable caminata.


A ratos el sol escapaba de las nubes e iluminaba violentamente el bosque. A esta foto no le di ninguna clase de retoque, y aun así encuentro que le faltó verde para lo que vimos. ¡Imposible meter tanto color en una sola foto!


Uno de los árboles centenarios sagrados de la zona.


Y al cabo de un rato ¡llegamos a la primera cascada!


El agua al caer tiraba mucho viento y me bajaron unas ganas enormes de bañarme, pero los 15 grados que hacía y la falta ocasional de sol me llevaron a conformarme con verla así, de cerquita.


Para la segunda tomamos otro camino, y luego de bajar varias escaleras de metal casi verticales talladas en roca llegamos. Era pequeña, pero empeñosa. Y un murmullo de ensueño que casi nos echó a dormir en el lugar...


Nada mejor que saltar encima de los árboles. Por poco y me cubro de arañas (no caché que había un nido), pero logré despegarme justo a tiempo del tronco.


Volvimos luego de otro par de horas de caminata cerro arriba, por unas rústicas escaleras de madera. El tramo de vuelta en el tranvía fue el premio del día, y conseguimos asientos en primera fila para ver el show de naturaleza camino abajo.


Y una hora después llegamos al río Tama, unas cuantas estaciones de tren camino hacia Tokio. El timing fue perfecto, y las nubes alcanzaron justo a desparramarse para poder ver la puesta de sol. Fue un día perfecto.



Y ahora a correr! Se me fue toda la hora de almuerzo en escribir, y estoy atrasado a clases =P.