sábado, 5 de mayo de 2007

El inexorable lenguaje del caos

Son tantas las casualidades y coincidencias en el día a día que es imposible que sean todas casuales. No digo que haya un gran libro shutil univershal donde esté todo escrito, sino que deberíamos estar conscientes de que ocurren casualidades y coincidencias todo el rato (too el rato, in mai laif!). Tanto así, que incluso podría verse como algo normal. Pero como solemos estar mirándonos el ombligo la mayor parte del tiempo, no nos apercibimos de la gran maravilla que es el caos. Cuando nos ocurre una coincidencia o una casualidad extraorinaria, es un evento que nos permite palpar que efectivamente existe una realidad afuera de nosotros. Y todos le otorgamos valor distinto a las cosas: por ejemplo, si estuve a centímetros de ser aplastado por una barra metálica caída de una construcción, puedo considerar la situación cercana a la muerte como una revelación cuasi divina y decidir que la vida es demasiado corta y hay que aprovechar cada segundo de ella, o tal vez no le pongo atención a lo cerca que estuve de morir y sigo tranquilamente como si nada hubiese pasado. Pero las cosas pasan, de veritas de veritas. Lo suficientemente de veritas como para afectarnos a nosotros y a la gente que nos rodea. El caos es el lenguaje que tiene el mundo de comunicarse con nosotros. Y como es archisabido que los seres humanos tenemos problemas de comunicación... a menudo aprendemos a fuerza de nalgadas y dolorosos golpes.

Yo creo que tenemos mucho que aprehender de lo que nos rodea. Y de los que nos rodean. Creo que esa es la razón por la que estudio lo que estudio. Conocer, conocer y conocer. Conocer la historia del tipo que pasó 40 años encerrado en su casa y por fin vio la luz, la historia del joven que por amor intentó suicidarse en moto con la polola que lo había pateado, etc., etc.. Hay una infinidad de cosas misteriosas allá afuera que nos pueden aportar tanto... por algo leemos. Por algo soñamos. Por algo fantasiamos: "y si las cosas fueran de tal modo", "y si me ganara la lotería", "y si encontrara el amor de mi vida mañana, qué le diría", "si pudiera salir de este dolor, qué haría". Pero para qué queremos aprender? Para ser felices? Si todo lo que necesitamos para serlo está al alcance de nuestro mano (lamentablemente solemos vivir con los ojos cerrados, y así jamás veremos más allá de los párpados). Moya para qué aprendemos. Quizá para ser "mejores personas", etc. etc. etc. Y el tema da para mucho blabla, pero el tuto me invade y añoro mis sábanas. Una noche más de sueños extravagantes (la otra vez soñé una tremenda aventura "jacky-chanesca").

Sigur Ros definitivamente era la música para escuchar mientras escribía estas weas. Qué caótico haber llegado hasta ese grupo. Pero por otro lado, no debería sorprenderme: es algo perfectamente normal. Sin embargo, disfruto enormemente contemplando las coincidencias y casualidades de mi día a día.