martes, 17 de julio de 2007

Callos 1, Bruno 0

Jamás he podido comer ostras ni erizos. No porque no me gusten; al contrario, al ver a gente comiendo ostras con limón se me hace agua la boca. Pero es debido a la textura demasiado suave que no puedo: el momento en que una desafortunada ostra entra en contacto con mi paladar, me dan arcadas (sepa moya por qué).


Ahora bien, estando en Madrid, ¿cómo no iba a comerme unos callos a la madrileña? Estaba al tanto de que se hacían con guatitas (y a pesar de que la última vez que comí guatitas no me desagradaron, tampoco soy un gran fan de este plato), pero pucha... estaba en Madrid. Es como comer vienesas en Viena. En fin.



¡Y llegaron los callos! Olían y se veían sabrosos, pero a menudo todo queda en las apariencias. Primera cucharada todo bien, no fue tan terrible como yo pensaba. En la segunda ya estaba un poco menos convencido de la sabrosidad de lo que estaba comiendo, y en la tercera comenzó la cuesta arriba. ¡Demonios!


Ya pasada la mitad del plato, la textura demasiado suave y a la vez chiclosa me superó. No hubo arcadas ni teatro, pero mi estómago estaba chillando por un descanso. A lo que me vi forzado a tirar la toalla... no es por ser llorón, pero en los pedacitos de grasa adosados anexos a la carne ¡había hasta pelos de res! Podías apreciar todas las capas dérmicas de la vaca. ¡Damn!



Yo, Bruno Carrillo Be, declaro: ¡no me gustan los callos a la madrileña! Primera excepción culinaria en muchos años. Y espero que sea la última (ojalá)

2 comentarios:

Unknown dijo...

Había que intentarlo ;)

Excelente la cara de andres en la foto.

Saludos a todos por allá.

noesmasqueblabla dijo...

¡¡Yo también odio los erizos y las ostras!! Me superan... Las ostras por ese sabor como metálico y los erizos... no lo sé, pero no los aguanto... jejejejejeje